¿La prostitución, un derecho humano?

“Red Light District” en Amsterdam. Foto: Gina Collecchia / lr21.com.uy
Polémica tras el respaldo de Amnistía Internacional a la despenalización total de la prostitución

07/11/2015, Marisa Cabal y Victoria Lara, Socialismo Revolucionario

En agosto de este año se organizó en Dublín el consejo internacional de Amnistía Internacional. Entre otros temas, la prostitución ocupó gran parte del debate y se sometió a voto un texto que preconiza la legalización de la prostitución, entendida como sexo “consensual” entre adultos. Esto incluye a trabajadoras del sexo, proxenetas y clientes. La nueva posición de la ONG ha desatado vivas críticas de organizaciones por los derechos de la mujer y ha reabierto el debate sobre la legalización de la prostitución.


¿Se puede considerar la prostitución como un mutuo acuerdo entre adultos? Mujeres, hombres y personas transgénero entran en la prostitución por diferentes motivos. Sus experiencias pueden ser muy distintas, desde la prostitución callejera, las agencias de acompañamiento, la prostitución que opera a través de Internet y la trata de personas. El horror por el que pasan las víctimas de tráfico sexual sólo se puede describir como una forma de esclavitud moderna, su capacidad de decisión es nulo. Aunque muchas de las personas que se dedican a la prostitución ejercen un grado de elección mayor, esta “elección” está estrictamente condicionada por la degradación de condiciones de vida y pobreza. Una gran parte de las trabajadoras sexuales son migrantes, con muy pocos recursos materiales, lingüísticos o visados para acceder a otros trabajos.

También es muy significativo que en Grecia, después del inicio de la crisis, la prostitución se haya disparado en un 150%. Esto es una consecuencia directa del desempleo masivo y del número creciente de personas que han perdido sus trabajos y sus casas, en un país asfixiado por la deuda y políticas de austeridad brutales. Según Aprosex, Asociación de Profesionales del Sexo, con la subida de tasas de matrícula ha aumentado el número de estudiantes que se prostituyen para costearse los estudios en el estado español y también hay un boom de amas de casa con maridos en el paro que recurren a la prostitución para pagar la comida o el alquiler. Los que defienden la legalización de servicios sexuales “consensuales”, no ven o no quieren ver que muchas veces el “mutuo acuerdo” se da en condiciones sociales y económicas que la persona no puede controlar, lo que hace muy relativa la idea de consenso.

Además, el tema del consentimiento oculta uno de los fundamentos en los que se basa el mercado del sexo: la gran mayoría de personas que venden son mujeres y la gran mayoría de compradores son hombres. La imagen de la mujer que predomina en la prostitución y en la pornografía es la de sometimiento y servidumbre hacia el hombre. Una relación de poder que muchas veces se expresa con violencia, ya sea explícita o implícita. Muchas de estas prácticas y estándares de género (ya sea de violencia explícita o de otros ejemplos de sometimiento o sumisión de mujeres a hombres) se asimilan a través numerosos productos culturales, desde la publicidad y la industria de la moda, hasta la música, la televisión y el cine, y llegan a convertirse en la norma.

El sexismo no solamente se manifiesta en la violencia sexual, sino que la propia realidad económica de las mujeres las coloca por lo general en condiciones más vulnerables que pueden finalmente llevarlas a la prostitución. Así, por ejemplo, las mujeres siguen teniendo menores salarios que los hombres, junto con una mayor proporción de trabajos a tiempo parcial o con menores protecciones y menor acceso a prestaciones y subsidios de desempleo.

Pero el sexismo no es algo nuevo. La prostitución es una industria que refleja y a la vez alimenta el sexismo presente en el sistema capitalista para sacarle aún más beneficios. En países como Holanda, la legalización ha resultado en un aumento espectacular de formas ilegales de prostitución. El tráfico sexual ni siquiera ha disminuido en los burdeles supervisados por el estado. La legalización se ha convertido en una operación de blanqueo a gran escala, donde las mafias pasan a ser negocios autorizados y la mayoría de prostitutas siguen siendo vulnerables a todo tipo de violencia sexual y física. Resulta idealista intentar abstraer las formas legales de las ilegales en la industria del sexo, ya que se basa en la marginación y la explotación de los que trabajan en ella. Que una organización que se dice defensora de los derechos humanos defienda la regularización de todos sus aspectos, ignora la realidad de la prostitución y considera aceptable utilizar la opresión de la mujer para hacer un negocio rentable.

Así mismo, la izquierda debe oponerse a toda criminalización de trabajadoras y trabajadores del sexo y apoyar cualquier tentativa de lucha colectiva para eliminar el abuso y la estigmatización a la que se enfrentan. Por supuesto, lo que no aceptamos son las condiciones económicas y sociales que hacen de la prostitución la única salida para muchas personas. La lucha contra la austeridad, por un programa de inversión pública para la creación de empleo y vivienda, es crucial para eliminar los factores que han provocado el aumento de la prostitución desde el comienzo de la crisis. Tampoco aceptamos el sexismo como algo inevitable y creemos que las reivindicaciones feministas no pueden limitarse a cambios legales. La lucha contra el sexismo implica una lucha contra las condiciones económicas que alimentan las desigualdades y las divisiones de género. Y eso necesariamente implica una ruptura con el capitalismo, mediante una lucha conjunta entre trabajadoras y trabajadores por sus intereses de clase.